viernes, 17 de febrero de 2017

Sensación de desarraigo:

De no pertenecer a ningún sitio.
De no pertenecerme ni a mi misma
De no entenderme.
De no entender a nadie.
De ver mi vida pasar a tonos monocromáticos
desde el objetivo de una de sus películas francesas.
Película muda,
casi tan muda como yo,
no por la imposibilidad de hablar
sino porque nos quitaron la voz.
Y nosotras
cansadas de la represión como lo estábamos
cedimos
ya
presilenciadas.

Solía hablar,
solía quejarme, chillar y llorar
Solía hacer tantas cosas de las que he renegado
que no me reconozco.
Tan solo veo ya mi reflejo en sus charcos manchados de gasolina,
en sus negros maletines,
en sus corbatas a modo de sogas,
en sus botellas vacías
y más tarde en los cristales que inundan su ciudad.

Solía hacer tantas cosas
que
también
solía sentirme viva.
Hasta que lo externo comenzó a matarme por dentro.
Hasta que yo misma me encerré.
Hasta que yo misma
rasgando mi piel a jirones
me quedé sin metáforas para mi poesía interna.
Y muda
y malherida
no me quedó otra que transformarla en este realidad que ahora me atrapa.




No hay comentarios:

Publicar un comentario