martes, 28 de noviembre de 2017

Madrid

Han sucumbido a la hecatombe
de los cuerpos
que solo
se consuelan de noche,
donde la letanía de palabras se esfuma
en su mirada lasciva
y se apila en la paradoja de la embriagadez
tambaleante a cada gesto
que le fustiga por no arrollidarse ante el abismo
entre sus labios.
Pero vence el instinto a la conciencia
y revienta el vértigo
en sus entrañas.
El paraíso se sostiene por si mismo
desnuda
de puntillas
con el horizonte bajo sus pechos.
Sacia el ansia
por recorrer las vertientes
de sus muslos
y mientras tanto
juega a deslizarse entre los vértices de sus gritos.

                                                                                                                                 Madrid cesa el habla.

Se han perdido los metros
por los laberintos del silencio.
Y ceden las prisas su protagonismo
al descompasado ritmo
de los cuerpos inmiscibles
siempre
en la lejanía.