lunes, 27 de febrero de 2017

Claro de luna

No te he sabido encontrar
cuando la ciudad se apaga
la oscuridad impera
y este foco me alumbra
[luna
la mal llaman].
Que me ciega
y me guía
con sintonía
y sin contradicción.
Que posa
tus labios sobre mis labios
tus caderas sobre mis manos
tu desnudez sobre mi sencillez.

Pero yo,
yo no te he sabido encontrar
porque ando a ciegas y cegada
por esta luz que de ningún lado emana.
Fuiste
esa piedra con la que tropezar
que la corriente de un rio seco trajo a mi camino,
pero que al hacerme caer me recogió y me dijo:
"Párate.
Descansa.
Que las ojeras no te dejan ver más allá de tus sombras"

Maldita bruja
que me embaucas y me sanas,
que has hecho un conjuro de mi alma,
que teniéndome a tus pies
te has bajado para mirarme directamente a los ojos,
y sin necesidad de palabras
has hecho retumbar tus pensamientos en mi memoria:
"Estás
demasiado empapada
de toda la desesperación
que ha llovido esta noche"

sábado, 18 de febrero de 2017

Una puerta desencajada
significa mucho más que en lo que en ella ves.
Una puerta despedazada
es una salida interrumpida.
Obstáculo
que
permaneciendo aún después de su existencia
carece de inmortalidad.
Violencia, agresividad.
Tantos conceptos que difieren entre ellos
para concluir,
[corriente estancada en principio de no contradicción que seca mi piel],
en una misma palabra
DES
CON
TROL.
Reiterante bombardea mi memoria
dejando de ser metáfora
pues ahora el viento penetra por el hueco
que antes ocupaba.
Aún puedo escuchar en él unos gritos
de angustia,
verdadero terror,
[yo misma lo he sentido]
que me señalan por no socorrer una llamada de socorro.

Ver el Titanic
hundirse
con las coordenadas exactas del iceberg bajo la almohada.

Clávame tus uñas en el pecho.
Hunde tus yemas en mi piel.
Arráncame esta ansiedad que me obstruye los pulmones,
cada día que pasa encuentro más difícil esto de respirar.
Párteme el llanto
que mis ojos no soportan más este océano.
Acoge mis gritos
ahogados en soledad.
Y cuando me veas estallar
cuando me rompa
por no aguantar más.
Cuando muera.
Recógeme del frío mármol del suelo.
Pósame
con cuidado
sobre la cama.
Despacito
ya no hay prisas.
Y déjame descansar
que llevo
demasiado tiempo sin dormir
Berlín,
una ciudad que sobrevivió a mil bombazos por segundo
y aún tuvo tiempo de lanzar un grito al aire.

Dividida
por una difusa historia
que se perdió
entre tanto muerto y desaparecido.
Que no supo a quien señalar,
llamar culpable
para librarse de ese gran peso
que ya comenzaba a desviar su columna.
Sin caer,
ni tropezar.
Sin darse cuenta
de que en su seno albergaba a ambos bandos.
Libertad y represión
deambulando
sin saber a quién pertenecer.
Pues cuando se vieron las caras
levantaron ñas metrallas hacia todas las direcciones.

Berlín
una historia inconclusa
que supura aún por unas puntadas temblorosas
[el miedo jamás abandona un cuerpo].

Y estamos volviendo a tropezar:
déjà vu
pan negro
cada día.

Un retorno
al lugar
del que nunca pudimos escapar.


viernes, 17 de febrero de 2017

¿Qué nos estará pasando?

Que los cuerpos van cayendo
sin seguir compás aparente
y por más que miro
y por más que busco
no encuentro a quién nos está disparando.

Que antaño construíamos nuestros caminos
pero ahora
son esas sendas blancas las que dirigen nuestras vidas.
Tres en raya
y un poco más de éxtasis en el cerebro.
Con la desventaja
de que aquí
siempre pierdes
sin posibilidad de retirada.
Un juego amañado dentro de un bonito paquete
en el que se olvidaron de poner las advertencias y la edad recomendada.
O tal vez no quisieron
y nos engañan.
Y nos dejamos engañar
porque viéndonos las caras
ya no somos capaces de mirarnos a los ojos.
Ni si quiera
puedo darte el beso que siempre quise
porque no atino a alcanzar los movimientos de tu mandíbula descontrolada.

Se consciente joder,
se consciente de lo que estás haciendo
porque yo
yo también lo estoy haciendo.

Pero hay algo que me frena
el miedo y la consciencia me atan
y no me dejan seguir.
Me quedé sentada
esperando
es ese escalón
un peldaño más abajo
para veros pasar de largo,
observar cómo subís en zancadas de dos en dos.
Hacéis que parezca tan solo un juego de niños
y no sois más que el simbolismo
de un Peter Pan
aterrado por la idea de salir de la caverna.
Habéis montado el espectáculo más impresionante de vuestras vidas.
Protagonistas
de una historia paralela
que ya os empieza a doler en los tabiques.

Y yo
de nuevo me siento y espero
mientras suplico
que no caigamos por el camino.
Y mientras me pregunto ¿quién?
me pregunto ¿por qué?
Pero sobretodo
cuando os veo
me pregunto:

¿Qué nos estará pasando?
Siento que todo cala demasiado en mí
y sangro.

Porque entre las palabras y yo jamás existió una relación de simbiosis,
siempre fui el parásito de mis ideas.
Me atraviesan
justo por debajo del tórax
y aún puedo escuchar su estallido.
Ya no se sin bombas o estacas
perdí la noción del tiempo mientras las pensaba.
Salí de este siglo para inmiscuirme en mi interior
[introspección].
Recaen sobre mis circunvoluciones
y allí permanecen
martilleándome el cerebro.
Se funden
en su totalidad
esas ideas ajenas
que ya no distingo lo propio de lo externo.

Y es entonces cuando me doy cuenta:
alguien me observa.

Yo y un reflejo.
Yo y el conjunto de una mirada perdida,
unos pasos que me llevan al no lugar
[rumbo lento y firme].
Y unos labios que se mueven al unísono una y otra vez
repitiendo incesantes aquella frase:

"Siento que todo cala en mí
y sangro".
Tú y yo no estamos solo en diferentes puntos de ciego,
estamos en diferentes extremos de un mismo alfiler,
de un mismo reloj.

Y me picha tu posición sobre la cabeza,
como si tu felicidad fuese cómplice de mi dolor.


tan acomodada sobre la horizontal de las tres
y yo
que a cada minuto que pasa
me encuentro más colgada de la vertical de las doce.
[Distensión mente y cuerpo.
Tiempo biológico frente al tiempo matemático]


tan ebria como siempre
a borbotones brotan las palabras de tu boca
de tus venas: el mejor vino tinto,
justo en su punto
equilibro perfecto entre grados y desvaríos.

Pero la balanza cedió
y ya no entiendo tu lenguaje.

Porque yo
tan sobria como siempre
ando a la deriva
naufraga de tus vaivenes.

Tú y yo
dos caras de una misma moneda
enfrentadas por naturaleza
pero siempre salvaguardándose las espaldas.

Lanzamiento
un giro
tres vueltas en el aire,
cae cruz.

De nuevo,
ganas tú.
No es echarte de menos,
sentir que ya no estás.

Es algo mucho peor,
más doloroso
[me hiere desde dentro].

Es recordarte de un modo inventado,
idealizado,
olvidando todo aquello por lo que pasamos.

Recuerdos bajo llave,
pero aún creyendo perdida la mía
tu conservaste una copia.

Ojalá que no vuelvas
que dejes a este mar bravo calmar sus agua de una vez.

Prefiero mil veces recordarte,
a permitir que se abra de nuevo la cerradura.
Las cosas que yo más quiero,
que no son cosas,
son perseguidas por el Estado.

Ver amanecer en la Alameda,
junto a vosotras
siempre vosotras,
mientras hablamos de revoluciones
las nuestras
instantáneas
mientras  furgonas nos rodean
ahora que vivir es pecar
y pecar es vivir.
 Pedalear en contramano
a contracorriente
embotada de sentimientos
aislada
obviando sus prisas
entendiendo mis pausas.
 Decorar sus paredes
para hacerlas mías.
Decorar sus paredes
para romper,
para irrumpir,
para llenar con vida la monotonía.
 Expropiar,
okupar,
al final de todo
o tan solo al principio,
recuperar espacios
[crecimiento colectivo]
porque la justicia histórica,
que ya no es justa,
grita que nos los robaron,
que los arrancaron de nuestras entrañas
transformándolos en sus bancos,
en mataderos
[realidades silenciadas],
en centros comerciales
[bombardeo incesante de complejos].
Es por eso que cuando vengo
otras voy,
cuando os encuentro,
me reencuentro
[vuestras historias, cuidados compartidos, saneamientos en manada]
haciendo las paces con mi cuerpo
por tantas lesiones ocasionadas
cicatrices invisibles,
invisibilizadas,
que por fin,
al fin,
me siento algo más completa,
porque aún siendo sola en compañía
nos complementamos,
camufladas por un espacio que no nos limita
sino que nos invita
a crecer fuera de sus barreras.
En el punto de mira ya no estamos nosotras,
nos apropiamos de sus armas,
les dimos la vuelta a aquellas oxidadas pistolas
y ahora apuntamos a nuestro próximo objetivo:
las calles,
que también son nuestras.
[Disparo]

 Las cosas que yo  más quiero,
que no son cosas,
son perseguidas por el Estado.

 La represión  llama
a nuestros corazones,
recaen sobre nuestros cuerpos desnudos
y aunque montamos barricadas en cada entrada
se cuelan por entre nuestras flaquezas.
Este estado de resistencia,
de defensa
tan constante
sin dar cabida al respiro,
nos va minando
[dinamitando]
poco a poco
desde dentro.
De sopetón encarceladas.
Llamadas esperadas, asimiladas
no por eso ansiadas
rompen con la cotidianidad,
y yo
que fui parida entre chillidos y llantos
como no sentirme rota.
Como no sentirme rota
con cada pulso perdido
con cada secuestro
con cada muerte prematura
por esos muros silenciadas.


 Las cosas que yo más quiero,
que no son cosas,
son perseguidas por el Estado.

 Ayer,
cansadas de resistir
pasamos a la ofensiva.
 Hoy,
nos revolucionamos como queremos,
porque permitir,
no nos lo permiten.
 Mañana,
nos llamarán locas
y nosotras
nos consideraremos vivas.
No es dolor cuando no sangra el pecho
ni hay razón para el exterminio.

No es dolor sin soledad
rodeada
quizás,
de tantas voces acaparadoras de todo sonido
mutilando lo incomprensible.

No es dolor sin sufrimiento
sin llantos y sin quejas.

Cicatrices abiertas
por la imposibilidad
de sanar
de cerrar
de un por qué
o un...
sin más.


Sensación de desarraigo:

De no pertenecer a ningún sitio.
De no pertenecerme ni a mi misma
De no entenderme.
De no entender a nadie.
De ver mi vida pasar a tonos monocromáticos
desde el objetivo de una de sus películas francesas.
Película muda,
casi tan muda como yo,
no por la imposibilidad de hablar
sino porque nos quitaron la voz.
Y nosotras
cansadas de la represión como lo estábamos
cedimos
ya
presilenciadas.

Solía hablar,
solía quejarme, chillar y llorar
Solía hacer tantas cosas de las que he renegado
que no me reconozco.
Tan solo veo ya mi reflejo en sus charcos manchados de gasolina,
en sus negros maletines,
en sus corbatas a modo de sogas,
en sus botellas vacías
y más tarde en los cristales que inundan su ciudad.

Solía hacer tantas cosas
que
también
solía sentirme viva.
Hasta que lo externo comenzó a matarme por dentro.
Hasta que yo misma me encerré.
Hasta que yo misma
rasgando mi piel a jirones
me quedé sin metáforas para mi poesía interna.
Y muda
y malherida
no me quedó otra que transformarla en este realidad que ahora me atrapa.




Vacía
si es que alguna vez estuviste llena.
Hueca
Decido perderme
sin ningún objetivo claro.

Decido perderme
sin la constante necesidad de reencontarme.

Decido
sin decidir
ni decir
nada.
No olvides
jamás
que sufres.

Que tu vida es una constante
una línea
por definición
carente de final.
Un sinfín.
Una sucesión de sentimientos
repletos de aleatoriedad
que recorren mi cuerpo,
electricidad en circuito oxidado
[cortocircuito],
penetran
como puñal
por la cima de mi vientre,
quedando
a veces
almacenados en algún rincón
comiéndome por dentro
[gusanos en cadáver putrefacto]

Entonces
me pregunto
¿estaré ya muerta?

Tras este silencio intenso
que supone el exterminio de lo nuestro,
una gata rompe el sinsabor de la noche
aullando que no maullando
camuflada por la luna.
Creyéndose,
una vez más,
la loba feroz que irrumpía entre la tinieblas.
Creando
metáforas
que nos hacen palpitar por dentro
aquello recuerdos en manada.

Pero, ni la gata puede ser loba
ni nosotras
siempre poesía.