jueves, 27 de abril de 2017

Mi concentración divaga
por las perfecciones inacabadas
de las múltiples posibilidades
que queriendo ser presente
quedaron atrapadas.

Me balanceo por la sonata
de los y si...
pero casi
que aún perduran en la mañana
de aquellas experiencias pasadas.

Con la boca casi agria
me reafirmo en las circunstancias:
que cerraron mis ojos
y tapiaron mis palabras.

Me dejaron
sola y muerta
sepultada
bajo el tiempo
que solo pasa
para los que quedan
olvidados en la cuneta.

Mas no guardo rencor
porque una gota más
de rabia
en mi cuerpo
supondría el desbordamiento.
Y este caudal
no sobrevivirá a la próxima
tormenta.

Pero siendo honesta
no me asustan
las sentencias de muerte
porque son,
necesariamente,
las que glorifican la vida.

Que no hay tristeza
sino ausencia de alegría.

Que no hay muerte
sino ausencia de
vida.

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