viernes, 28 de julio de 2017

Críos
de tres años en los parques
toman café
en biberón
por no saber empalmar
parvulitos
con el historial de actividades extraescolares
de sus currículum vitae.

Padres
desde los bancos sacan fotos
a los inocentes niños
que se inician en el despiadado juego
de domar a la fiera
más débil.
Prueba de más que teste,
de aquí a veinte años,
la infancia irrevocable
que tuvieron
como moneda
de chantaje cambio
con la que pagar
el geriátrico cuatro estrellas
de sus hastiados padres.



Los críos han dejado de ir al parque.
La tenue luz de la farola
resalta sin escrúpulos
el mosaico de cristales rotos
que florece cada noche.

El espacio se divide
en múltiples escenas
que recogen
el transcurso de la vida
que cada mañana
resetea la cinta de cassette .
Con la única constante
de una conversación
telefónica
siempre demasiado alta
que trata de salvar
distancias
entre la locura
y el monólogo.



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